El Camino de la Música (Parte 5)
La música eclesiástica transformada por el pueblo.
El pueblo, por su parte, al tiempo que se desarrollaba la música de los trovadores, iba poco a poco haciendo suya la música de liturgia.
En la Abadía de San Gall, dos monjes, Tutilo y Notker Balbulis, idearon formas de simplificar para el pueblo algunos cánticos de por si complicados por medio de trucos ingeniosos, llamados secuencias y tropos.
Melismas
Los cantos melismáticos gregorianos (música oficial de la iglesia, y única permitida), eran de ejecución sumamente complicada, pues no siempre correspondía una silaba a una nota, sino que por lo general, a una sílaba le correspondían una serie de notas (sonidos), en la siguiente forma:
Naturalmente, entonar toda esa serie de “adornos” (ornamentos musicales) resultaba demasiado complicado para el pueblo, que no podría aprenderse de memoria tanta complicación. Fue por eso que los monjes de la Abadía de San Gall, Tutilo y Notker, idearon formas de facilitar estas melodías, acomodando a estos adornos musicales, llamados melismas, textos diferentes a la repetición de las vocales, en la siguiente forma:
Tropos, originados en el “Kyrie eleison” (Señor ten piedad)
Muy pronto estos melismas se empezaron a rellenar, no ya en latín, sino en lenguajes vulgares, y los textos nuevos crecieron desmesuradamente. Una consecuencia increíble de los tropos, fue el desarrollo gradual que fueron teniendo los textos que se intercalaban, a tal grado que dieron origen a verdaderas representaciones teatrales en los atrios de las iglesias; los misterios o Autos Sacramentales.
Origen del Teatro
Después, como una derivación de los misterios, aparecieron otras representaciones de índole popular y profana llamados “Jeux” o juegos. El jeu más antiguo es el “Jeu de Robin y Marion”, (juegos de Robin y Marion) atribuido a Adam de la Halle, de fines del siglo XIII: Esta obra es una especie de popurrí, integrado por todos los aires de danza y francachelas de la época, que hasta hace poco tiempo representaban anualmente los estudiantes de Soborna.
A la par que se extendía la música de los trovadores y que se popularizaba la música eclesiástica, se iba haciendo necesario inventar sistemas mejores de escritura musical, ya que la notación gregoriana, a base de neumas, resultaba insuficiente.
Primero se utilizaron dos líneas para escribir los sonidos, una roja y una amarilla, donde se escribían el Fa y el Do; las demás notas se entonaban en relación a estas.
El número de líneas fue variando mucho hasta que posteriormente quedo determinado.
Guido D’Arezzo
Por esos tiempos, en el año de 1025, Guido D’Arezzo, gran teórico musical italiano, al entonar un himno a San Juan, observo que la primera silaba de cada verso empezaba un grado de la escala (teclas blancas) más arriba del anterior, y decidió llamar a cada uno de estos sonidos de acuerdo con la silaba que le correspondía.
El texto de este himno (para pedirle a San Juan la preservación de la voz), decía:
Ut quaent laxis
Resonare fibris
Mira gestorum
Famuli tuorum
Solve poluti
Labi reatum
Sancte loanis
El resultado fue la sucesión ascendente: ut (do), re, mi, fa, sol, la.
Hay que aclarar que las escalas de aquella época tenían solamente 6 notas; la séptima fue un agregado posterior.
Fue en el siglo XII, cuando apareció una forma de representar la duración de los sonidos.
Canción Popular
Todos estos progresos coincidieron con el desarrollo de las lenguas vulgares (las lenguas de las diferentes naciones que fueron substituyendo al latín) y con el nacimiento y desarrollo de la canción popular. La música popular, como la mayor parte de la música, fue el resultado de la mezcla de restos de música autóctona y de música cristiana o canto gregoriano.
Instrumentos
Los instrumentos que acompañaban casualmente la música popular de esta época, eran principalmente laúdes, salterios, órganos portátiles, arpas, y algunos instrumentos rudimentarios de cuerda con arco: Recordemos que simultáneamente con esta música, la música religiosa se ejecutaba sin ningún acompañamiento instrumental, ya que los instrumentos, por sus orígenes paganos, eran considerados como indeseables por las autoridades eclesiásticas.
Este género de inspiración libre, espontánea, y natural, de parte del pueblo mismo, tomo gran importancia en el siglo XIV, en tal forma que se considera el año 1300, como la cuna de la canción popular.
Crónica de Limburgo
Una crónica de 1370, llamada Crónica de Limburgo, relata que un monje leproso que vivía en una isla del Main, “era el autor de las mejores canciones del mundo de la poesía y la música, que cantaba la gente con verdadero placer”.
Este florecimiento de la canción popular fue muy notable en Alemania, donde hay una colección de canciones, verdaderas joyas musicales de la época, agrupadas en el Cancionero de Manheim, que data de la primera mitad del siglo XV.
Colaboración de: Miguel Ángel González Plata (guitarrista de *Golden Years Band*)
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