EL CAMINO DE LA MUSICA (PARTE 3)
La música occidental es totalmente diferente a la oriental. Pero es en Oriente donde debemos buscar las raíces de nuestra música.
La música de los primeros cristianos
La música de los primeros cristianos es música eminentemente oriental. En el año 54 después de Cristo, San Pedro fundo en Roma la sede del cristianismo, y la ebullición subterránea de este nuevo espíritu en las catacumbas de Roma, impulsó a los primeros cristianos a alabar a Dios por medio de cánticos.
Sin embargo, la música romana de la época estaba asociada a la vida pagana y superficial que llevaban la mayor parte de los romanos. Por ello los primeros cristianos no adoptaron estos cánticos para acompañar sus oraciones, y fácilmente se sintieron subyugados por el carácter de las melodías orientales que San Pedro introdujo a Roma.
Los salmos son cantos de origen Hebreo con letra tomada del antiguo testamento, y los himnos, son canciones de alabanza de origen griego. Estos cánticos de origen oriental, introducidos a Roma, estaban basados en una melodía, sin acompañamiento de ninguna clase, y fueron la base del desenvolvimiento de la música durante mil años.
Los cristianos tenían la costumbre de reunirse en un día determinado al amanecer, para alabar a Cristo, con un canto alterno, que es el que se desarrolla entre dos coros, uno de los cuales responde al otro. En la liturgia católica, el canto alterno recibe el nombre de antífona y se canta con la participación de dos coros, ó bien, con un solista y la congregación.
Los Himnos de San Ambrosio
En el año de 323 d.C. Constantino declaro el cristianismo como religión oficial. Este suceso acelero la propagación de la fe cristiana por todo el imperio romano, y la nueva música cristiana fue un arma poderosa para catequizar a las tribus bárbaras de tierras europeas. San Ambrosio, Obispo de Milán (333-397 d.C.), influyo grandemente en el desarrollo de esta música, al introducir de Antioquia una serie de cánticos en forma de antífona. Compuso también himnos de gran encanto melódico de carácter popular.
Los himnos de San Ambrosio, más los ya existentes, pronto se divulgaron por toda Italia, e inspiraron la creación de otros nuevos. Algunos de estos himnos, aun se cantan en la Catedral de Milán.
Antifonario del Canto Gregoriano
El imperio romano, en aquellos tiempos, sufría constantemente agresiones por parte de los pueblos bárbaros, con las consecuentes migraciones de sus pobladores. Esta situación provoco una dispersión muy desordenada de estas melodías, además de la alteración natural producida por el gusto de los habitantes de cada región
En el año 600, después de haberse disuelto el imperio romano de Occidente, el Papa San Gregorio Magno se preocupo de la dispersión de estos cantos cristianos y ordeno una recopilación y ordenación de ellos. Esta agrupación contenía variantes de todas las melodías de la Iglesia Católica primitiva, y constituye hasta hoy, el canto litúrgico católico oficial, que sigue teniendo los elementos orientales, hebreos y griegos de su origen.
Este conjunto de melodías constituye el Antifonario del Canto Gregoriano, llamado así en honor de San Gregorio. Los elementos que lo integran son melodías propias para cada uno de los actos litúrgicos y las fiestas de la Iglesia. Es por así decirlo, el lenguaje típico de la Iglesia Católica, y se canta en latín.
Durante muchos siglos, el Antifonario original permaneció atado al altar de San Pedro, pero posteriormente se perdió. A fines del siglo XIX, se organizo en Francia una verdadera cruzada a favor del canto llano, como también se le llama al canto gregoriano. Después de muchos esfuerzos en la búsqueda de los más antiguos manuscritos, se reconstruyeron las melodías con toda su pureza primitiva. El Papa Pío X confió a los monjes benedictinos de la abadía de Solesmes, la misión de organizar una edición de esos cánticos, que se llamo Edición Vaticana del Canto Gregoriano. Esta edición se hizo oficial el 22 de noviembre de 1903, cuando el canto gregoriano quedo reconocido como canto oficial de la Iglesia Católica. En la actualidad, algunos actos litúrgicos de la Iglesia Católica se acompañan por melodías gregorianas entonadas, como toda la música gregoriana en latín.
Fundación de las Escuelas de Canto
Alrededor del siglo VIII se hizo evidente la necesidad de fundar hermandades monacales donde se entrenaran monjes que supieran ejecutar con la mayor pureza todos estos cánticos espirituales. Estas hermandades se llamaron “Schola Cantorum” y se fundaban en las abadías, conventos, capillas o catedrales.
Una de las más famosas y la más importante en el ejercicio de la música durante toda la Edad Media, fue la Schola Cantorum de la Abadía de San Gall, fundada en el año 720, en una región de la Suiza actual, y muy pronto se convirtió en el modelo de toda la ejecución del canto gregoriano de la época.
La Leyenda del Monasterio de San Gall
Cuenta la leyenda que siendo Carlomagno emperador de los francos (año 768 d.C.), después de haber impuesto la unidad de fe y rito en todo su inmenso reino, pensó que era necesario mandar traer una copia autentica del Antifonario del Canto Gregoriano, para unificar así la forma de entonar esos cánticos, ya que cada pueblo quería cantar “a su manera”. Recordemos que aun no hablamos de escritura musical; la ejecución de estos cánticos se transmitía oralmente ayudada solamente por ciertos signos llamados “neumas”.
Ante la petición de Carlomagno, el Papa Adriano comisiono a dos monjes, Pedro y Romano, para que llevaran desde Roma copias del autentico antifonario. Uno de ellos Romano, enfermo en una etapa de su viaje y se quedo en el monasterio de San Gall con una copia del antifonario que fue rápidamente reproducida por los monjes. Fue así como San Gall, destinada a ser un gran núcleo cultural de la época, se convirtió en un importante centro del canto litúrgico autentico, y es allí donde surgirán algunas innovaciones importantes de la música.
Monodia y Ritmo Libre
Todos los cánticos son monódicos, es decir, consisten en una sola línea melódica, sin armonía y sin acompañamiento alguno. La melodía puede ser entonada por una persona ó por un grupo de cien, por decir algo, sin perder su carácter monódico.
El canto gregoriano no tiene “medida”, no esta organizado en un esquema preciso de igual duración donde se agrupan los sonidos: esta basado en lo que podemos llamar ritmo libre. Los sonidos se reúnen en grupos de dos o tres, pero su sucesión es libre. Se cantan con acentos naturales que equivalen a los acentos naturales que se hacen al hablar, sin un lugar fijo de colocación. En cambio en poesía, los acentos recurren cada cierto tiempo.
Los modos del canto gregoriano están basados en los modos griegos que mencionamos anteriormente, pero en sentido inverso, ya que en el canto gregoriano las escalas son ascendentes. De ellos utilizaban cuatro, equivalentes a las escalas resultantes de las notas blancas del teclado yendo de Re a Re, de Mi a Mi, de Fa a Fa, y de Sol a Sol. Estos se llamaban modos auténticos, en contraposición a otros, llamados plagales.
Neumas
La notación de toda la música griega era a base de letras, mientras que la notación del canto gregoriano era a base de “neumas”, pequeños signos, puntos y acentos que se escribían sobre los textos, agrupándose ó distanciándose, como un recurso para que los cantantes, que ya habían recibido la melodía por tradición, pudieran entonarla con mayor precisión rítmica. Esta notación musical, seguía siendo un recurso nemotécnico solamente, estando muy lejos aun de la moderna escritura musical.
Las melodías gregorianas son de honda inspiración religiosa y comunican una gran paz. Hablan de un mundo extraterreno y se pueden definir como una gran concentración de lo espiritual, donde se encierra la esencia del cristianismo.
Colaboración de: Miguel Ángel González Plata (guitarrista de *Golden Years Band*)